La vida está hecha de batalla, de guerra, siempre.
Nuestros símbolos forman parte de esta lógica, combaten contra la realidad.
Se enfrentan, caen, pelean en el suelo. Se aferran a la tierra.
Quieren estar de pie.
Nuestros símbolos son heroicos porque nosotros somos héroes.
Así es. Sólo hay que darse cuenta.
Nuestros símbolos son cobardes porque tienen dudas.
Así es, sienten miedo.
Nuestros símbolos caminan sobre una cuerda que es demasiado delgada, tratan con mucho dolor estar de pie y no caer.
Equilibristas con un arpón ardiendo en el corazón.
Les dispararon ahí, pero dan otro paso, teniendo en la mirada ese punto que está ahí delante.
No pueden ver bien, todo es muy oscuro y hace mucho frío. Es difícil no temblar.
Pero aunque están suspendidos lejos del suelo, tan fácil que sería ceder, se aferran a la tierra.
Quieren estar de pie.
No son sencillos nuestros símbolos.
Son cicatrices.
Su forma es extraña, y a veces fea, uno quiere arrancarla,
pero nuestros símbolos son tatuajes con los que nos encontramos, mil formas se imaginan antes de que la correcta quede indeleble en nuestra piel.
Nuestros símbolos son niños.
Nuestros símbolos juegan a ser nosotros mismos, no les importa que nosotros seamos ellos.
No quieren tener esa responsabilidad.
Pero una sonrisa suya nos puede salvar.
Nuestros símbolos son monstruos y matadores de monstruos que se necesitan mutuamente.
Vivimos en medio de su esfuerzo por darse muerte.
Y vivimos su batalla,
La tenemos que vivir, porque de esa batalla tendremos que salir en pie.
Y desde el suelo en el que estemos parados, tratar de entender.