Un mundo prisión, con todo encausado y encajonado, sin escapatoria. El Tiempo todo lo carcome y el hombre colabora en el aprisionamiento de sí mismo y lo que la rodea. La vida funciona, pero no hay crecimiento, nada llega a florecer y sin embargo a nadie parece hacerle falta, aunque nadie tampoco parece feliz.
Comenzó todo a oxidarse, y el óxido a cubrir el aire con su color. Toda la tierra, toda el agua, toda la gente tomó el color del óxido, menos un niño, sin padre ni madre conocidos, etiquetado como OX-M-L1CP-1955.
Desde pequeño escuchó ruidos que nadie escuchaba. No entendía cuando era pequeño pero pudo llegar a entender ese idioma cuando creció. Era el llanto de todas las cosas atrapadas. Era un llanto caótico que se fue unificando para suplicar a –1955. Y le pedían encontrar y pronunciar la palabras del Libro de la libertad, sólo pronunciables por los olvidados hombres sin óxido en la piel.
Conoció que estaba guardado al final del camino bajo el Sol. Se fue solo, todos por miedo terminaron burlándose de él al partir.
Nunca nadie lo volvió a ver, pero todos comenzaron a traspasar los muros de sus ciudades, a recorrer caminos y pensando que tal vez un día encontrarían al héroe que salió por vez primera, terminaron encontrándose a sí mismos, libres.
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